Rosa
Miriam Elizalde: Uno de los criterios que más he escuchado en estos días
es la preocupación— incluso reconocida en el periódico Granma— en torno a
que los documentos que debatirá el Congreso debieron ser consultados con
la militancia de base, e incluso a nivel popular como en Congresos
anteriores. ¿Ustedes qué piensan?
Jorge
González: No solo los documentos del Partido, sino las leyes, las
decisiones más importantes de este país, siempre se han sometido a una
consulta popular y el Comandante en Jefe— incluso cuando ha tenido que
reconocer públicamente que nos equivocamos en algo— lo ha dicho
públicamente, ha asumido la responsabilidad, aunque no fuera solo de él
sino de todos nosotros. Por tanto, yo creo que eso es lo que genera esta
inquietud en la población, fundamentalmente en la propia militancia, y en el
pueblo en general. Estamos habituados a la consulta más amplia. A la gente
le preocupa que vayamos a un Congreso del Partido donde el pueblo no ha
evaluado directamente en los documentos de la conceptualización, de las
cosas fundamentales, porque estamos hablado de una conceptualización; estamos
hablando de una definición política, de conocer cómo se van a regir los
Lineamentos, lo que nos va a guiar. Eso genera inquietud.
Los
Lineamientos, por ejemplo, realmente son la continuidad del proceso anterior.
El pueblo participó anteriormente y ahora se siente con el derecho a
participar. Estoy de acuerdo con que esa es una preocupación que tiene un
fundamento, como también sé que ha sido tenida en cuenta y hay razones que
explican por qué se hace ahora en el Congreso, bajo esta circunstancia, que no
excluye la discusión amplia, antes, durante y después de la reunión.
Pongo
el ejemplo de lo que me ha pasado a mí muchas veces, incluso haciendo mi
estudios como especialista o como miembro de un tribunal: yo le daba
la tesis a revisar al profesor y él me hacía un conjunto de observaciones, yo
modificaba mis observaciones y tres meses después le presentaba la tesis otra
vez al profesor y me volvía a hacer consideraciones. Cuando yo revisaba lo que
me anotó esta vez, descubría que había regresado a la primera versión. Es
difícil tener un documento acabado, sobre todo si surge de la base de consultas
permanentes.
La
dialéctica de la vida no permite que nosotros tengamos una conceptualización
estática. El mundo va cambiando y sin perder los principios, se pueden ir
modificando las estrategias y los documentos, por supuesto. No estamos en
una burbuja. Podríamos pensar que las enfermedades transmisibles, por
ejemplo, son un problema de Cuba. Si nosotros no trabajamos con el resto del
mundo, no vamos a estar libres de enfermedades. Si nosotros tenemos aquí gente
que entra y sale, cubanos que van a cumplir misión, etc., para nosotros también
es una preocupación la situación de salud de esos países, porque influye en la
nuestra.
En
el caso del VII Congreso, a lo largo y ancho del país ha participado en
estas discusiones una enorme cantidad de personas: todos los diputados
como representantes del pueblo, un grupo importante de la militancia del
Partido Comunista de Cuba, directivos, especialistas etc. Ahí está la
expresión del pueblo, lo cual no excluye que en algún momento se lleve
a discusión popular. Al final esto no es una fecha de un examen estatal
que tiene que ser ese día a esa hora. Nosotros tenemos en nuestras
manos la posibilidad de hacer un debate hoy, y otro mañana.
Por tanto, lo que estamos elaborando son conceptos que van a estar mejor
definidos para someterlos al pueblo y cambiarlos, si hay que cambiar
alguno.
Alberto
Falla: Sé que hay núcleos del Partido que han expresado la necesidad que ellos
tenían de discutir estos materiales… Creo que habría tenido una utilidad,
no lo niego. Pero tampoco se puede ignorar el contexto de fenómenos políticos
y sociales que están ocurriendo en estos momentos en Latinoamérica. Incluso y
con mucha más razón, después de la visita de Obama— que no era casualidad que
primero viniera a Cuba y después fuera a Argentina—. Los estadounidense están
moviéndose hacia una conciliación con sectores muy importantes de derecha
en nuestra América y para mí resulta muy claro cómo están tratando de
tener una táctica con Cuba diferente a la que están aplicando en otros
países de América Latina, como es el caso de Venezuela.
La
celebración de un Congreso del Partido en este contexto político e histórico es
muy importante. Ayudará a ubicarnos mejor en ese contexto. Es pertinente
que la máxima dirección del Partido valore en el más importante encuentro
de su militancia cuál es la postura frente a esta realidad que no va
a esperar por nosotros, independientemente de que estoy de acuerdo con que es
muy importante también discutir los más ampliamente posible los documentos que
impactan en nuestra sociedad. Sin embargo, es une error decir que el
proceso previo a este Congreso no tuvo una dimensión popular. Yo he visto
hablar y discutir los documentos en estos días a muchas personas que vienen de
la entraña popular y los he visto expresarse, hacer críticas, hacer aclaraciones,
hacer propuestas sobre las tesis que volveremos a discutir este fin de
semana.
La
composición del Congreso
Rosa
Miriam Elizalde: Hablando de las bases sociales de este proceso, hay dos
zonas de la sociedad cubana que son esenciales en la nueva política
estadounidense hacia la Isla: una, el sector privado y la otra, los jóvenes. Ha
llamado la atención que entre los delegados al Congreso haya solamente 55
jóvenes entre mil delegados, aunque también hay múltiples invitados que no se
tienen en cuenta en estas cifras. Ustedes que han estado en los debates, ¿se
valoró la relación del Partido con los jóvenes y la atención
que Estados Unidos presta a este sector?
Alberto
Falla: El promedio de edad de los delegados de La Habana, por ejemplo, es
de cuarenta y tantos años, lo cual no es un promedio de
ancianos. El concepto de juventud no se define necesariamente por
una edad determinada, sino por la proyección de un pensamiento.
Recuerdo que Alfredo Guevara decía “jóvenes sí, pero jóvenes inteligentes, jóvenes
con un pensamiento formado, jóvenes que sepan como supo Rubén Martínez Villena,
Mella…”, es decir jóvenes con pensamiento maduro. He visto esa
madurez en los debates previos, que me hace pensar que vamos por un
buen camino.
Jorge
González: Estoy seguro de que se ha tenido cuenta la
representatividad, aunque el asunto, coincido, no es solo de edad.
Estuve 15 años de Rector de una universidad (Ciencias Médicas), y eso me hizo
ser más joven. Cuando empecé en la Universidad en vez de cumplir más años iba
cumpliendo menos, porque el estar todos los días con jóvenes obliga
a pensar, no como joven, porque ojalá pudiera pensar como joven, pero sí
tener su visión de los problemas. Eso a veces es muy difícil. Cuando yo tenía
que hablar con los jóvenes debía emplear un discurso diferente a cuando tenía
una reunión con el Consejo de Dirección de la Universidad, porque el
pensamiento es diferente y la forma de llegarle a los jóvenes es diferente.
Entonces, tú puedes ser aceptado o rechazado por la forma del discurso, aunque
tú no cambies en tus principios. El hecho de que haya una representación de
jóvenes dentro de los delegados es más que suficiente para que ellos hagan
valer su pensamiento. O sea, eso no está dado solo por la cantidad. La
cantidad no implica obligatoriamente calidad; la calidad debe estar en que
esos sean verdaderamente representativos y que tengan la voz y el pensamiento
de los jóvenes.
La
Conceptualización del Modelo
Rosa
Miriam Elizalde: Hay quien dice que la Conceptualización del
Modelo Económico y Social puede convertirse en un ejercicio hermenéutico.
¿Cómo lo valoran, teniendo en cuenta que partimos de que ese primer proyecto de
conceptualización tuvo, en enero, más de 600 recomendaciones del Pleno
del Comité Central?
Alberto
Falla: He visto una participación muy activa de la gente, esos nos libera del
tecnicismo, de la aproximación imaginaria a la sociedad. Los cambios más
profundos que se han hecho dentro de la sociedad cubana, los hemos venido
protagonizando los mismos cubanos con la Revolución. ¡Si esto es hermenéutica…!
Jorge
González: Yo creo que tenemos que tener clara una cosa. Por ejemplo, una
especialidad de la Medicina es la Epidemiología. Cuando vas a enfrentar
una epidemia lo primero que tienes que hacer es una definición de caso; si tú
no haces una definición de caso, no puedes enfrentarla. Tú tienes que saber que
cuando él hable de un caso de Zika y el otro hable de un caso de Zika, todo el
mundo esté hablando de lo mismo. Esa conceptualización científica es
imprescindible para enfrentar un problema. Un país tiene que
conceptualizar, tiene que saber que cuando todos hablemos, hablemos de lo mismo
y que cuando todos pensemos, pensemos en lo mismo. Si nos referimos
al bienestar, ¿de qué bienestar estamos hablando?, ¿cuál es el concepto de
bienestar que tiene uno y cuál es el concepto de bienestar que tiene otro?
Hubo
un cambio en el mundo con la definición de salud. En un momento determinado la
gente pensaba que salud era la ausencia de enfermedad y no es solo
eso. Yo puedo no estar enfermo y no ser saludable, porque para lograr
la salud hay que lograr el bienestar y el bienestar va más allá de la simple
ausencia de la enfermedad. Por tanto, cuando hablamos del pueblo saludable
tiene que ser un pueblo que no solamente no tenga enfermedades, sino que tenga
lo que lleva implícito el bienestar. Para poder enfrentar un
problema, hay que definirlo.
Cuando
a mí me dijeron: “vas para Bolivia a hacer la búsqueda de los enterramientos”,
el concepto no era solo encontrar al Che. Lo tenía claro desde que salí de aquí:
debíamos encontrar a todos los guerrilleros por igual, cubanos o no
cubanos, porque todos eran patriotas y había que encontrarlos a todos.
Entonces, eso es un concepto, definido previamente, que ayuda a no
desviarse del objetivo.
Nosotros
somos privilegiados porque durante más de medio siglo hemos tenido a un
gran profesor (Fidel) que nos ha definido los conceptos, y un poco nos hemos
acostumbrado a que ese profesor nos diera el concepto de Revolución y nos diera
muchos otros… Este es un momento importante para que nosotros digamos:
“bueno, tenemos que tener escritos esos conceptos”. Los cubanos, por ejemplo,
hemos hecho mucho en la atención primaria de salud, y cuando tú vas a buscar en
los libros, a veces escribe más la gente que viene a Cuba y ve lo que en
Cuba se hace.
No
somos de la escuela de tener escritos los conceptos, y me parece a mí que en
este caso la dirección del país y el Partido, en particular, nos está pidiendo
esas definiciones: qué cosa es nuestra sociedad, hacia qué rumbo va, qué cosa es
nuestra economía, hacia dónde debe ir su rumbo, qué cosa son nuestras
relaciones, hacia donde debe estar el rumbo de nuestras relaciones… y yo creo
que eso es lo más importante, que nosotros definamos los conceptos, para que
cuando se vaya a evaluar si lo que hicimos quedó bien o mal, tengamos
los instrumentos para ello. Uno, por ejemplo, es la
participación. Esa es una de las definiciones fundamentales
recogidas en los documentos que van a ser sometidas a discusión.
Alberto
Falla: En realidad no se puede llegar a esto sin la participación de mucha
gente, y la prueba de que no es resultado de un academicismo formal es que lo
que aparece en la conceptualización no es definitivo -de lo contrario
no nos hubiéramos enterado de las 600 recomendaciones del Pleno-,
y sabemos, además, que seguirán siendo discutidos sobre la base de un
principio esencial, que es el de la unidad de los cubanos en torno a un
proyecto. El proyecto está claro y está definido. La diversidad
de criterios está amparada en esa unidad y no en un ejercicio formal
de democracia, al estilo tradicional burgués.
Idea
de país
Rosa
Miriam Elizalde. Ciertos ideólogos del centrismo político hablan de
que ha comenzado la batalla final por el futuro de Cuba, porque la
sociedad está signada por “conductas carentes de la civilidad
necesaria”, ausente de “una idea de país”. ¿Sintieron que la idea de país
estuvo ausente de las discusiones previas del VII Congreso del Partido?
Alberto
Falla. Decir semejante cosa es un insulto a todas las personas que han
estado discutiendo problemas serios y muy grandes de nuestro pueblo, que sí
tienen una idea de país y que representan a
todos sus sectores. Me parece que se colocan por encima de la
sociedad, con ojos prestados, con voces ajenas. Como la de Obama, que
de pronto nos dice a nosotros cómo tenemos que comportarnos. Es la perspectiva
de un pensamiento generado por la dominación— a veces no tan lejos de la
colonia, porque tampoco pienso que aquí vivimos en un mundo poscolonial—. El
discurso de Obama fue muy colonizador y la colonización implica la división del
país, el restarle al país y a la cultura cubana la unidad que le es necesaria
para la supervivencia.
Esta
no es y creo no sea la batalla final. Esta es la batalla que nos toca ahora.
Mañana vamos a tener otra batalla diferente, o la van a tener otros cubanos. Yo
sé que hay muchos cubanos y los he visto, jóvenes de edad y de pensamiento van
a seguir librando las batallas necesarias para el desarrollo de nuestro pueblo.
Confió profundamente en eso. Adjudicarse la tarea de una batalla final es
colocarse como agorero o una especie de mesías con respecto al futuro de Cuba,
y yo, francamente, no respeto semejante posición.
Jorge
González: No hay ninguna batalla final; hay una batalla cotidiana. La
batalla de todos los días, la batalla que hemos venido desarrollando durante 58
años, que ha ido cambiando en el tiempo y que lógicamente tendrá determinadas
formas de enfrentar los problemas de acuerdo con las circunstancias. De alguna
manera lo hemos tenido que enfrentar en otro momento. Han cambiado las cosas, a
veces ha habido cambios bruscos, y solo por la cultura política que tiene el
pueblo cubano se han logrado entender.
Rosa
Miriam Elizalde: ¿Si tuvieran que resumir en una frase cual es la idea del
país que va a definir este Congreso, qué dirían?
Jorge
González: Un país para su pueblo.
Alberto
Falla: El concepto martiano de “con todos y para el bien de todos”.
Rosa
Miriam Elizalde: Aunque el “con todos y para el bien de todos” de
Martí objeta y reprocha enérgicamente a siete tipos de personas que
tienen un denominador común: la desconfianza en la capacidad del cubano “para
vivir de sí en la tierra creada por su valor”, que era precisamente el eje de
la tendencia anexionista.
Alberto
Falla: Claro, claro, y en ese “todos” no están los que apuestan a la
desunión; no están los “increíbles”, como llamaba Martí en su ensayo
“Nuestra América” a esos teóricos colonizados, advirtiéndoles que “con un
decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero”.
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