Los
ataques del 15 de abril a los aeropuertos de Ciudad Libertad, Santiago de Cuba
y San Antonio de los Baños no acabaron con la exigua fuerza aérea porque días
antes se habían desconcentrado por indicación de Fidel los aparatos en activo y
se dejaron viejos equipos inservibles como señuelos, a lo cual se sumó el
efectivo fuego antiaéreo de artilleros adolescentes.
En
el entierro de las víctimas, el Comandante en Jefe declaró el carácter
socialista de la Revolución, alertó que el ataque era un preludio de la
invasión, dio la orden de movilización general, acusó a los EE.UU. de estar
detrás de la agresión y se dispuso a luchar con la consigna de Patria o Muerte.
Además,
dio instrucciones al Canciller Raúl Roa para que denunciara en la ONU el ataque
y Cuba ganó el apoyo de gran parte de la humanidad en un nivel tal que el
presidente John F.Kennedy canceló un segundo ataque contra las bases cubanas
por sus escrúpulos de quedar como agresor de un territorio pequeño.
Para
inicios de 1961 existían en La Habana y en todo el país decenas de
organizaciones contrarrevolucionarias y bandas de alzados en zonas rurales, que
de forma coordinada con los agresores debían intensificar sus acciones
terroristas.
En
las ciudades gracias a la fundación el 28 de septiembre de 1960 de los Comités
de Defensa de la Revolución, los órganos de la Seguridad del Estado tuvieron
una colaboración esencial para en pocas horas detener a la mayoría de los
elementos desafectos durante los días de la invasión.
Las
unidades de las milicias que combatían a los alzados, principalmente en el
Escambray, recibieron órdenes de la dirección del país de acrecentar las
maniobras de cerco y de combate a los bandidos que poco o nada pudieron hacer
para secundar los planes del desembarco.
Fueron
escogidos Playa Girón y Playa Larga, en la Ciénaga de Zapata, ideales por su
aislamiento y la existencia de una pista de aviación para establecer un
presunto gobierno en el exilio para justificar la ayuda militar de La Unión y
sus aliados en la región.
Los
cálculos estadounidenses erraron al no tener en cuenta el factor político y
social del entorno habitado por miles de campesinos que vivieron antes de 1959
en condiciones de gran precariedad, a expensas de las exiguas garantías de los
latifundistas dueños de la tierra, situación que había cambiado radicalmente
por la obra revolucionaria en poco menos de dos años.
El
propio Fidel era asiduo visitante de la zona y atendía personalmente las
necesidades de sus pobladores y estudió palmo a palmo la zona sin imaginar que
sería futuro teatro de operaciones militares. Casualmente, dos días antes de la
invasión, estuvo en Playa Girón y comentó que por allí podía esperarse un
ataque e indicó perfeccionar la vigilancia y la protección de las costas.
Casi
en tiempo real el Líder conoció de la invasión informado por el propio sistema
de vigilancia puesto a punto por sus órdenes, pronosticó las intenciones del
enemigo y ordenó a la aviación que priorizara en primer orden el hundimiento de
los barcos mercenarios que se dirigían hacia el área de desembarco.
De
esta forma fueron al fondo del mar buques cargados con la logística de la
brigada mercenaria y destinada a conformar la mencionada cabeza de playa con lo
que la invasión perdió definitivamente la iniciativa estratégica en la primera
jornada de combate.
Pero
también las fuerzas revolucionarias pudieron contar con artillería terrestre,
antiaérea y tanques suficientes para liquidar la incursión, gracias a un
insólito plan que permitió en semanas tener centenares de piezas de artillerías
de todo tipo y técnica militar compleja llegadas por barco principalmente desde
la URSS.
Durante
los enfrentamientos, el Comandante en Jefe impuso un ritmo de ofensiva
ininterrumpido sin dar cuartel ni reposo al enemigo y liquidando así el
desembarco en el menor tiempo posible.
Todas
sus órdenes las impartió desde el Puesto de Mando del Central Australia, dando
el ejemplo personal de valentía desde la propia zona de guerra.
El
día 19 de abril Fidel organizó personalmente una columna de tanques y tropas
para la batalla final por Playa Girón, asumió la dirección de un blindado, así
como las acciones en la primera línea de fuego y encabezó el ataque con el que
se liquidó la invasión en menos de 72 horas para una victoria que pasaría a la
historia como la primera gran derrota del imperialismo en América Latina.
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