Por: Ileana González.
La pretensión de crear nuevas
definiciones de posiciones políticas y simplificar los términos que las
diferencian, tomando como argumento la necesidad de buscar la unidad y
ser incluyentes, no resulta un planteamiento político serio, más cuando
intenta enunciar cuestiones históricamente fundamentadas.
Hablar de unidad y de inclusión como algo
nuevo dentro de la Revolución, es desconocer su historia y una de las
esencias fundamentales del pensamiento de su máximo inspirador, el
Comandante en Jefe, quien siempre luchó y abogó por la unidad, los
hechos históricos y su conducta lo demuestran.
Basta mencionar su reunión con José
Antonio Echeverría en México, la creación de la Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI), luego, el Partido Unido de la
Revolución Socialista (PURS), hasta llegar al PCC, y una lista
interminable de hechos que confirman el carácter inclusivo de la
Revolución cubana.
Fidel, “la unión debe mantenerse para que nunca las cosas pequeñas, las aspiraciones pequeñas, dividan y segmenten”.
Se simplifican las posiciones
contrarrevolucionarias a una, el anexionismo. Según esta línea de
pensamiento si alguien conspira para derrocar a la Revolución, sin un
interés anexionista, no es contrarrevolucionario, si plantea que para
avanzar hay que desmontar todo por lo que un pueblo entero se ha
sacrificado durante décadas, no es contrarrevolucionario, si tergiversa
el pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Fidel, pretendiendo confundir y
desalentar no es contrarrevolucionario, si publica mentiras o manipula
la verdad para causar daño político, no es contrarrevolucionario,
entonces, ¿Qué cosa son?.
El Comandante, “Nosotros
sabemos que, al fin y al cabo, estarán contra la Revolución solo
aquellos que sean incapaces de algún sentimiento noble, de algún
sentimiento generoso, de algún sentimiento humano, de algún sentimiento
patriótico”, fin de la cita, esta afirmación es de una lógica
irrebatible, es moral y éticamente imposible adversar un proyecto de una
esencia tan humanista.
La parte más intrincada del trabalenguas
es cuando se afirma que no es lo mismo ser contrarrevolucionario que no
revolucionario, algo que resulta un verdadero acertijo, según estos
Anaxímenes modernos, “no debemos negar la posibilidad de participar a
quienes no tienen una actitud militante, ni a los que militan o debaten
desde posiciones diferentes”, según ellos, “estos pueden ser no
revolucionarios, pero no tienen por qué ser contrarios al proyecto”.
Ambiguas y contradictorias ideas que solo
pueden servir para confundir o sugerir propuestas que no se tiene el
valor de plantear de forma abierta.
Al clasificar posiciones políticas de
manera arbitraría, se corre el riesgo de ser sectario o demasiado
transigente, si a los que definen como “no revolucionarios” son los que
critican lo mal hecho, muestran insatisfacción por los problemas de
carácter subjetivo que permanecen sin resolver y lo hacen desde
posiciones revolucionarias, entonces se está siendo sectario, esos son
revolucionarios.
El Jefe de la Revolución, “Una
revolución que tenga por delante dificultades grandes, es lógico que
tenga que promover los más variados criterios acerca de la táctica o
estrategia a seguir o acerca de las posibilidades de vencer esos
obstáculos”, queda claro que no veía como contrarias a la revolución
ninguna de esas conductas.
Si se refieren a personas con
concepciones ajenas a los postulados socialistas, que aparentan
coincidir con una parte de ellos para lograr su aceptación social, a la
vez que solapadamente promulgan el desmontaje de nuestro proyecto de
forma gradual, entonces son demasiados transigentes, esos son
contrarrevolucionarios.
Se pretende hablar a nombre del pueblo
sin tener autoridad de ninguna índole para ello, viven alejados de él,
se desenvuelven en círculos que tienen un modo de vida muy diferente a
las de las capas más humildes de la población que es donde se asientan
las bases de la Revolución, y creen saber cómo piensan, aseveran que
sufren de una apatía política total. Como dijera el Che, “Ya vendrán los
intelectuales que entonen el canto del hombre nuevo, con la auténtica
voz del pueblo”.
No es época de improvisaciones, ni de
dejar que los egos dominen las manos que escriben, tampoco es momento de
alentar vanidades, son tiempos de trabajo, mesura y humildad, un
revolucionario solo debe reclamar un lugar en la lucha.
Del pueblo saldrán los líderes, no de las
redes sociales o de los laboratorios enemigos, no deben confundirse
popularidades y amistades logradas en limitados círculos de relaciones,
propiciadas por factores ajenos a las trayectorias y características
personales de los “elegidos”, con potencialidades de liderazgo.
Los genuinos lideres los elijará el pueblo, y serán los que con su entrega, trabajo y cualidades morales se ganen su respeto.
No se adquiere autoridad escribiendo
largos artículos desde cómodas habitaciones climatizadas, por hábil que
sea el orfebre, lo artificial nunca será más atrayente que lo natural,
los zancos no hacen altos a los hombres, como tampoco hermosas formas
de expresarse hacen grandes poetas, el Líder historico,
“ Para mí un gran poeta es José Martí que da su vida; Antonio Machado,
García Lorca, Miguel Hernández, aquellos que murieron acosados o
fusilados por el fascismo, porque hace falta algo más que bellas y
armoniosas frases para ser un gran poeta”.
Estudiar el pensamiento del Jefe eterno
de la Revolución cubana, nos ahorrará tiempo y nos iluminará el camino,
recordemos la máxima martiana que hizo suya, “Toda la gloria del mundo
cabe en un grano de maíz”.
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