lunes, 14 de marzo de 2016

Periodista soy

Tengo una amiga periodista que lleva el pelo blanco, en hondas. Ella es flaquita, les digo luego quién es.
Hace poco enfermó y decidió que era hora de alejarse del ejercicio profesional. Pero tan pronto se sintió mejor, la sorprendí en la redacción del periódico, maquinando algunos trabajos que se le habían quedado pendientes. No eran dos ni tres, eran muchos.

Hará unas semanas Blanchie Santorio me acompañó a un reportaje por San Juan y Martínez, o la acompañé yo a ella, ya no sé. El caso es que un corresponsal de prensa no acaba nunca si ama lo que hace.
A veces escribimos y no pasa nada o pasa algo a medias. A veces somos subestimados, minimizados o puede que nos eleven hasta esas cimas absurdas. A veces nos estereotipan, nos mienten, nos temen; pero siempre hay de los que muestran la cara sin tapujos o se desnudan frente a nosotros, por dentro se desarman. Esa empatía con la gente es una de las magias de nuestra profesión: "El mejor oficio del mundo", como lo llamara el Gabo.
El periodista cubano, sale con sus zapatos de siempre a contar historias, a narrar la noticia, a hablar del Zika y de fogones, del pan nuestro de cada día, de aquel profesor y del manisero...Mucho amor se necesita para ejercer una labor tan mal retribuida económicamente como la nuestra.
Marcelino Gómez, antiguo fotógrafo de Guerrillero, me relató que en una ocasión salió a cubrir un ciclón en motocicleta, con la cámara en una javita de nylon para que no se le mojara. "Hemos sido unos relambíos de la fotografía", aseguró.
Lo cierto es que no hay obstáculos para el hombre de la radio, de la tv local, del semanario pinareño, que sale a comerse la ciudad con su libreta de notas, que resiste sobre hombros el sol del trópico, que ha sobrevivido a pesar del peso aplastante del subdesarrollo y que se aferra a la verdad con la fuerza de sus pies trotacaminos y de su alma.

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