Ser
periodista es ser un ser, y no es un rejuego de palabras.
Un
periodista tiene que por encima de todo, ser humano. Una persona que sienta en
su piel los problemas y las desgracias de los demás, que sea capaz de llorar y
reír según las circunstancias, pero a la vez no dejarse llevar por la
subjetividad y la parcialidad que pueden provocar los sentimientos.
Un
periodista tiene que ser humilde y modesto. Es bueno saber que la sencillez y
nada de altanería son dotes que debe tener en su trabajo, solo así le permitirá
llegar a la esencia de los temas, opinar y desentrañar las telas de araña sin
falsos vuelos y egos.
El
respeto por las personas para las que escribe, la sobriedad amén de lo picante
que pueda ser el asunto, y la moderación son herramientas definitivas.
Un
periodista tiene que ser ético. Tal vez esta sea la más importante de las
particularidades de quien se dedique a informar y escribir para los demás. La
justicia y el cuidado por la integridad física y moral de quienes le rodea
deben ser clave.
Un
periodista tiene que ser veraz. Al menos hay que aprender a ser fiel a la
verdad todo lo que se pueda y según los principios individuales de cada quien.
Alguien que altere la realidad a sabiendas, ese con mis respetos no se merece
el título, ni la mesura de los lectores, oyentes o televidentes.
Un
periodista tiene que ser responsable con lo que escribe; porque es bien famoso
en el gremio que los errores de esta profesión ni se entierran, ni se
encierran, sino que se publican para el conocimiento de todos los que lean,
oigan o vean el trabajo periodístico.
Hay
muchas cosas más que tiene que ser un reportero, dentro de ellas, un estudioso
y lector perenne, un oyente audaz, una persona capaz de recapacitar si está
equivocado, maduro, dispuesto a aprender de cualquier persona y a cambiar,
revolucionar y mejorar la realidad social que le rodea.
Un
periodista tiene que ser... un periodista. Creérselo y trabajar en bien de los
demás, y saber que el mismo día que escogiste la profesión, dejaste de ser uno
más. En la bodega, en la cola del mercado, en el hospital o en un restaurante
nunca vas a dejar de serlo, porque cuando más entusiasmado estás encuentras a
alguien que te dice: ¡Eh Fulano, leí tu trabajo, está bueno, pero le faltó esto
y aquello...!
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