Por
Félix Edmundo Díaz*/ La Mala Palabra
Hace
casi un año, les compartí unas ideas que titulé «No mercy!
(Sin piedad) o “El imperio contraataca”», en las que alertaba a los
que soñamos por la zurda lo que ya, en ese entonces, era evidente… la
arremetida de los círculos mundiales del poder contra los gobiernos de
izquierda, centroizquierda y todo lo que oliera a progresista, humano y
solidario que para ellos es igual a subversión.
Allí
les decía que nada era fortuito, empezando por los constantes ataques al
gobierno de Venezuela, pasando por los buitres asaltadores de fondos en
Argentina y, ahora, de nuevo, arremetiendo contra el PT en Brasil en las personas
de Lula y Dilma.
¿Es
una bajeza? ¿Es una calumnia? ¿Persigue como fin acabar con la verdadera
democracia que proveen los gobiernos de izquierda de nuestro hemisferio?
La
respuesta a todas esas preguntas es una sola: SÍ.
Pero
no es un sí simple, ello todo es el resultado de un macabro plan,
desencadenado a partir del anuncio de Mr. President de su cambio de política
hacia Cuba, y el objetivo sigue siendo Cuba; por ser un mal ejemplo, están
atacando a todos los que han apoyado a la Revolución Cubana, están atacando a
todos los que han defendido los programas de salud y la presencia de los
médicos internacionalistas de Cuba en los más recónditos rincones del mundo y
lo hacen esgrimiendo el discurso nuestro.
Ahora
los muy putos, los más corruptos del mundo, los más despiadados del mundo, los
más asesinos del mundo emiten sus billetes para sufragar campañas de mentiras
con las que minar la fe de los pueblos en sus dirigentes.
Parece
que ellos, los imperialistas y sus lacayos, olvidaron que este mundo ha parido
demasiadas guerras y que no son ellos quienes mejor han sabido pelearlas,
porque no hay suficientes satélites, drones, misiles, tanques, submarinos,
buques de asalto, aviones y portaaviones, seals o fuerzas especiales, que con
su poder de fuego logren matar las ideas de solidaridad, humanidad y paz de los
pueblos, mismos pueblos que aprendieron a arrebatarles las armas para
defenderse, y lo aprendieron tan bien que aún conservan el recuerdo intacto de
las victorias y la más profunda convicción de que no serán doblegados jamás.
Hace
falta que el imperio y sus lacayos recuerden lo que les advertí hace un año: en
el campo de batalla, el que quieran escoger, les devolveremos sin piedad el
golpe a los enemigos de los pueblos.
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