Por:
Marcos Torres. / Las Torres de
Marcos
Cuando
era estudiante de preuniversitario (bachillerato para los no entendidos en la
jerga popular cubana) teníamos un profesor de “Historia Universal” que
frecuentemente nos “bombardeaba” con preguntas capciosas sobre la política de aquellos
tiempos y los posibles escenarios posteriores. Aquellos ejercicios mentales de
corte político-ideológico, lejos de crear un rechazo hacia el estudio de
nuestra realidad social, nos atrapaba en una madeja de análisis de la práctica
nacional e internacional en materia política que, por lo menos a este servidor,
le sirvieron para encaminarse ideológicamente.
En
aquellos espacios, nuestro maestro nos deleitaba, al final de cada discusión
con su punto de vista siempre esclarecedor sobre el fenómeno que se estuviera
analizando en el momento, y recuerdo una frase que solía decir cuando,
literalmente, “descuartizabamos” al imperialismo norteamericano entre ideas y
proverbios marxistas: “el imperialismo en decadencia, se defenderá como
gato-boca-arriba”.
Este
axioma ha resultado ser olímpica y meridianamente cierto.
Traigo
el tema al ruedo de la discusión ya que varios amigos de nacionalidades
diversas me han preguntado el “por qué” de los retrocesos revolucionarios en la
región latinoamericana, y a todos he dado la misma respuesta, la cual me siento
en el deber ideológico de exponer en este mi espacio en Internet.
Aclaro
que para dar esta respuesta la he fundamentado en los clásicos del
marxismo-leninismo, y en las enseñanzas de Bolívar, Martí, Fidel y Chávez, como
máximos exponentes de los revolucionarios de América Latina y el Caribe, aunque
no soslayo el papel de otros hombres igualmente grandes en la historia
universal.
Me
refiero a los recientes y lamentables casos de la asamblea nacional de
Venezuela, la presidencia de Argentina, el referendo en Bolivia y lo que está
sucediendo en Brasil con Lula y Dilma, como blancos principales de los ataques
imperialistas y como máxima expresión de la frase que da título a este
artículo. Y es que precisamente el imperialismo se está defendiendo con todo lo
que tiene para sustentarse en un mundo que ha comenzado a cambiar
vertiginosamente en su contra, como resultado del desarrollo de ideas
contrarias a la dominación neoliberal que en los 90 del siglo pasado y
principios del presente fueran el eje filosófico, político, ideológico,
económico y hasta social del actuar imperial en el mundo entero, beneficiando
sólo a los países más ricos y condenando a los más pobres al ignominioso
destino del “tercermundismo”, del subdesarrollo, de la miseria implacable y del
hambre.
En
todos estos pueblos de nuestra región se viven tiempos de revolución social, de
progreso en función de los pobres, de inclusión de los que otrora fueran “los
ninguneados”, y esto evidentemente choca con los valores y, a la larga, con los
intereses imperialistas de dominación global que sustentan su propia economía,
con más fuerza en América Latina dónde se ha levantado desde hace años la
espada de Bolívar para arrancar de las manos de unos pocos lo que siempre fue
de todos.
¡Pero
nadie pretenda conocer a fondo un proceso revolucionario en un país concreto!
¡Ningún proceso se parece a otro, como ningún país se parece a otro, como
ningún hombre es copia de otro! Dicen los grandes marxistas (y es cierto), que
en cada período revolucionario, por ser precisamente un proceso de cambios tan
sustanciales y poderosos en la propiedad medios de producción y en la
distribución de las riquezas provenientes del trabajo del obrero, existen
períodos de avances y de retrocesos en todos los frentes, teniendo en cuenta
los factores que inciden directamente en ellos y que componen su esencia.
Si
tenemos en cuenta fríamente lo que exponen los marxistas de mayor talla y
calado, entonces las preocupaciones sobre el futuro de América Latina y el
Caribe, dejan de ser tan evidentes para convertirse en simples obstáculos a
rebasar en el futuro inmediato.
¡Tampoco
puede verse así! El imperialismo se está defendiendo con todo lo que tiene.
Muestra de ello son las guerras en el oriente medio, las amenazas a Rusia y
China y otros “tantísimos” ejemplos.
Es
por eso que el deber de cada hombre revolucionario es luchar. Luchar para
convertir el sueño de justicia social de los pobres del mundo, no en una
quimera inalcanzable, sino en un futuro cierto y al que transitar poco a poco.
Pero para eso hace falta voluntad de vencer y convencimiento y fe en la
victoria, en la posibilidad real de vencer las poderosas fuerzas que cercan hoy
por hoy a las revoluciones sociales.
Termino
con una frase de José Martí que me atrae sobremanera por el contenido telúrico
que encierra: “Una idea justa, desde el fondo de una cueva, vale más que un
ejército”. Y yo… tengo un ejército de ideas a mi favor. ¿Qué tienes tú?
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