#TenemosMemoria #Cuba #Tropa #CubaRecuerda #SocialismoCubano
Por: Marcos Torres.
Algo alejado de las redes por cuestiones de trabajo, me he encontrado hoy con un artículo publicado en “OnCuba” de un joven periodista del patio nombrado Yuris Nórido, quién diserta en su escrito sobre una Cuba que ciertamente no llego a entender, o el de Jesús Adonis Martínez que clama por una “tercera vía” en la política cubana enarbolando un falsa bandera de la que hace partícipe al apóstol tratando de redimirse a si mismo frente a la autocomplacencia de una intelectualidad de cañería, o el de Lidia Hernández Tapia que presenta una dantesca escena previa a su artículo sobre Chanel en Cuba. En fin… todos ellos en el mismo espacio administrado desde “quién-sabe-dónde” y empleando “no-se-cual-presupuesto”.
La frontera de la intelectualidad, donde deja de ser justamente eso para convertirse en cualquier cosa fea, comienza a perderse fácilmente entre caminos inciertos y palabras vacías, que parecieran dictadas por Francisco de Quevedo en persona: “Poderoso caballero es Don Dinero”.
Y sí. Ciertamente es poderoso.
Pero choca este pensamiento con algo que no fuera previsto por Don Quevedo: con la ética revolucionaria cubana: esa misma de Hatuey, que prefirió ser quemado vivo a recibir el perdón de un Dios extraño; esa misma de Céspedes que prefirió adolorido ver morir a su hijo antes de dejarse vencer por el chantaje enemigo; esa misma de Martí que enfermo y sin recursos comía las sobras y vivía prácticamente de la caridad de amigos en el norte revuelto y brutal, aún con el dinero del Partido Revolucionario Cubano en el bolsillo; esa misma de Juan Gualberto Gómez (magistral periodista revolucionario cubano que algunos vástagos nuevos de la prensa cubana no quieren olvidar), que cuando le quisieron otorgar honores a cambio de politiquería barata, se negó rotundamente y en su mano temblorosa y avejentada se apretaba el puño en actitud redentora; esa misma de Raúl Roa García (¡digno entre los dignos!) que quisiera fajarse a los piñazos con Aldai Stevenson en plena Asamblea General de
¿Pero que es la ética para aquellos articulistas, al fin? ¿Suerte de remanso donde ocasionalmente depositar sus angustiosas “sentaderas” o turbulento caudal que imponente se extiende ante el pavor de sus miradas? ¿Quizás una cajita de música que deleite sus oídos desde algún rincón de su habitáculo de vez en vez? No es difícil comprender que es esto y más (o quizás menos, si se quiere) lo que entienden ellos del concepto sagrado de ética si tenemos en cuenta que cada artículo en “OnCuba” se cotiza desde 70 CUC en lo adelante, pudiendo incrementar el precio a medida que el artículo es más “polémico”, y claro… debe ser muy polémico… “si así ganamos más”… ¿no? (¡ahh… la oferta y la demanda!).
Recuerdo que de niño, mi tiabuela (venerable viejecita tan comunista como Lenin, émula de Marx y discípula de Engels y de Gramsci) me decía que nunca manchara mi vida traicionando a
Lástima, al fin, siento de semejantes periodistas a quiénes las breves estrofas del himno nacional de esta tierra indomable no les ha calado en lo hondo del alma.
Podrán vivir placenteros sus vidas en sillones de oro, pero no sentirán nunca jamás el feroz, redentor y gozoso llamado de la ética. Para ellos será simplemente un molesto gotear indetenible. Para otros (como yo) el fiero rugir del combate.
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