miércoles, 4 de mayo de 2016

William Saavedra: “Yo he pasado bastante trabajo en la pelota”


William Saavedra es un profesional de la pelota. De los pocos que quedan en este oscuro campeonato donde los jugadores parecen más preocupados por lucirle a la grada o acaparar el lente de las cámaras.
Saavedra no. Durante las tres horas de partido, el pinareño es una esfinge tropical que no le deja espacio a digresiones. No mira para los lados. No sonríe. Como si fuera un asesino concentrado en su trabajo.

Está claro que, muy a su manera, disfruta de los juegos. Que cada choque suena dentro de él con redoblantes, aunque su rostro apenas dé una vaga pista de la procesión interior que lo posee. Autocontrol: con un montón de hits a la hora buena, Saavedra le ha levantado un monumento a esa palabra.
Pelotero natural, ajeno a poses y excentricismos importados, Saavedra no utiliza guantillas, ni asume la dudosa condición de quincalla ambulante, ni necesita arranques bravucones para convencer de su virilidad. En su particular idioma beisbolero, un guantazo habla más que mil palabras.
Llevo años diciendo que es el mejor bateador del país en series cortas. Tanto es así, que su aporte resultó completamente decisivo en los dos últimos triunfos de Pinar (SN 50 y SN 53), y también en la sinfonía inconclusa de hace poco frente a Ciego. Le doy un dato escalofriante: ha pegado 16 cuadrangulares en 176 turnos al bate en juegos de play off, a razón de uno cada 11 veces oficiales. Y otro más: lleva 42 empujadas en 48 partidos de ese tipo, donde se supone que el pitcheo rival exige más y la presión de los fanáticos se multiplica.
Lastimosamente, Saavedra no ha sido santo de la devoción de los técnicos. Pese a la partida de José Dariel Abreu y el retiro de Joan Carlos Pedroso, el número “28” ha visto cómo se le cierran una y otra vez las puertas del team Cuba. El tiempo ha pasado, ya tiene 34 años, y su carrera internacional se limita a una presencia anecdótica en los Panamericanos de Toronto y, aquí sí con más intervención, en la Serie del Caribe que los Vegueros ganaron de la mano del inefable Alfonso Urquiola.
Sin embargo, no se ha desanimado. Una campaña sí y otra también, Saavedra monta un tándem con su primo Donal Duarte y tira del carro verde ejerciendo un callado pero efectivo liderazgo. Poco le queda ya de aquel muchacho que llegó a ser solista en la popular comparsa pinareña de Comercio y Gastronomía. Su baile favorito, ahora y desde hace bastante, es con spikes, sobre el terreno verde y carmelita de pelota.
¿Haces algún tipo de preparación especial para las postemporadas?
-Solamente me concentro en llegar a los playoffs en mi peso ideal, que ha ido aumentando con los años y ahora es de alrededor de 100 kilos. Si me paso de ahí se me hace difícil batear, aunque no la defensa. A eso le sumo descansar, porque yo descanso bastante. Por ejemplo, a veces no me conviene el entrenamiento que pone un preparador físico y no lo hago porque sé lo que puedo hacer y lo que no. Yo me autopreparo, y eso me ha dado buenos resultados.
¿Por qué en la temporada regular no consigues tanto impacto como en etapas cortas?
-No se debe al cansancio, sino a que nunca empiezo con mi peso ideal; es algo que voy cogiendo según pasan los juegos. Fuera de la Serie, cuando estoy en la casa, no me cuido igual que jugando.
Pero no eres el clásico ejemplo de pelotero ‘regado’…
-Para nada. Desde que empecé en el equipo me dije a mí mismo que si un día no estaba aquí no sería por indisciplina. Yo vivo a solo cuatro cuadras del hotel, pero hago vida aquí, con el resto de los jugadores.
¿Qué te gusta hacer fuera de los terrenos?
-Estar tranquilo en la casa. No me gusta la televisión. Oigo mucha música y comparto con mis amistades. Juego bastante dominó, fumo tabaco y si se trata de beber, prefiero la cerveza.
No obstante, has tenido que adaptarte a estar lejos de casa…
-Sí, pero es muy duro. Mira la temporada que termina, que se ha extendido a siete meses. Llega un momento que quieres estar allí, con los tuyos, y más yo que soy un hombre casero. Eso sí, cuando estoy en la casa, extraño la pelota.
¿Eres consciente del liderazgo que ejerces? ¿Siempre fuiste así o es resultado de la experiencia?
-Esa confianza la he ido adquiriendo con el tiempo. Yo me concentro mucho en el juego y no le caigo arriba a nadie. Todo el mundo sabe la responsabilidad que tiene en el equipo. Y como soy el cuarto bate, hay muchas que recaen sobre mí.
Pocos peloteros cubanos observan tanto al pitcher contrario cuando esperan turno.
-Eso lo hago desde que estoy en el dugout. ¿Qué mira? ¿Con qué le abrió a determinado bateador? ¿Con qué me abrió a mí en el turno anterior? Cuando voy al círculo de espera, tengo una visión más completa de su sistema de pitcheo. Eso me permite conectar con más facilidad, más allá de lo exigente que esté el pitcher.
Cuando vas a batear tienes un ritual inalterable: caminas lentamente, tomas tierra en las manos y miras al pitcher como diciendo “te voy a matar”…
-Aunque no lo creas, eso lo hago buscando concentración. Hay gente que la busca de otra manera, pero yo la encuentro así. Es un hábito que creé de la 50 para acá y que, como me ha dado resultado, hago casi religiosamente.
¿Tu rendimiento a la defensa deriva de que antes fuiste antesalista?
-Sí, jugaba tercera base y me gustaba mucho. La defendía bastante bien, pero empecé en la pelota un poco tarde y cuando llegué ya Donal era una figura conocida. Somos contemporáneos, pero él llegó antes a las Series Nacionales. Entonces se decidió que para aprovechar mi ofensiva me fuera a los jardines, de lo cual me convencieron [Pedro Luis] Lazo, [Jorge Ricardo] Gallardo y el propio Donal. Les hice caso y comenzaron a salirme bien las cosas. Luego terminé en primera base en la Serie 49 por una lesión de Norlis Concepción, y de la Serie 50 para acá no he soltado más el mascotín.
¿Por qué dices que llegaste tarde a la pelota?
-Yo no pasé ni por EIDE ni por ESPA; o sea, por la pirámide. Cuando me inicié en el Servicio Militar me dijeron que iban a sacar una licencia deportiva para darme baja, pero al final debí cumplir los dos años. Salí, me incorporé a la Academia, y jugando una cuadrangular se me levantó un rolling que me dio y decidí no jugar más. Perdí ese año. Por eso entré casi a los 22. Ahora tengo 10 Series que debieran ser 12, porque después de debutar estuve dos años fuera del roster.
¿Bajo rendimiento? ¿Sanción?
-No le caía bien a los técnicos. Inclusive llegaron a decir que no era pelotero, que cómo un negro grande y fuerte como yo no se sentía en el terreno de pelota. No era que yo no me sintiera, sino que no jugaba otra cosa que no fuera tercera y, como hablábamos ahorita, ahí estaba Donal. Ese período me mantuve en la Academia y jugué la Provincial hasta la Serie 48, en que [Luis Giraldo] Casanova me llevó otra vez al equipo. Recuerdo que me dijo que me mantuviera preparado, que todos los días, estuviera ganando o perdiendo, él me iba a dar un turno al bate. La verdad, yo he pasado bastante trabajo.
¿Qué lanzadores se te han hecho más difíciles?
-Uno al que me ha sido difícil batearle es al zurdo Wilber Pérez. Desde que yo escucho que lo anuncian para pitchear, me empiezo a preocupar. Por ejemplo, si el juego es por la noche, ya yo desde la hora de almuerzo estoy trazando una estrategia para batearle. Me digo: “no tiene buen control, tírale a este lanzamiento y no a este otro”. Otro que se me enreda es Lázaro Blanco; es un pitcher que te pone el primer lanzamiento en zona de duda y te hace irle al que él quiere que le vayas. Se dificulta más batearle porque es lateral y es un tipo de lanzador que no vemos mucho aquí.
¿Has pensado en la posibilidad de firmar un contrato en el exterior?
-Claro que sí, y creo que quien no piense así está embarcado. Yo he integrado ocasionalmente el equipo Cuba y he resuelto muchos problemas personales con eso.
¿Qué tiene Pinar que juega los playoffs mejor que el resto?
-La tradición de la camiseta, que pesa más que otras. Por ejemplo, no es lo mismo jugar con una camiseta de Holguín que con una de Industriales, que es un equipo que está adaptado a hacer bien las cosas y a jugar postemporadas. Así pasa también con Pinar del Río, Santiago de Cuba o Villa Clara. Porque Santiago ahora no clasifica, pero todo el mundo sabe que es enorme.
De la Serie 45 a la 50, ¿era mucho mejor la pelota que de la 50 a la 55?
-Sí. Los equipos estaban mejores. Ya hacia la 48 o la 49, comenzaron a ser demasiadas las deserciones.
Entonces ahora es más fácil batear…
-Mucho más. Tengo más experiencia y los lanzadores son de menos nivel que los de antes. Hay algunos, como Freddy Asiel Álvarez o Vladimir García, que mantienen un buen nivel.
¿Tuviste o tienes algún ídolo en la pelota cubana?
-No. Ni en otro béisbol tampoco. Yo simpaticé mucho con Yobal Dueñas, pero eso ya pasó. Ni siquiera veo mucho las Grandes Ligas, a no ser algún juego que ponen de vez en cuando.
A veces, en los choques ‘calientes’, te molestas con los pitchers. ¿Es eso un intento por sacarlos de paso?
-Claro, se trata de provocarlos. Aunque en ocasiones puedes llegar a molestarte. Pasó por ejemplo en el encuentro contra Freddy: me habían dicho que querían golpearme intencionalmente, él me pegó la bola y cruzamos unas palabras.
Si fueras el Comisionado Nacional, ¿qué cosas cambiarías en esta pelota?
-Una de las cosas que cambiaría es la falta de respeto de ciertos aficionados. Por mucha rivalidad que haya, la gente no puede ser tan irrespetuosa. No es que te griten o se metan contigo, sino que llegan a ofender y somos seres humanos. A mí me gritan mucho incluso en mi estadio y no me preocupa eso, pero sí que me ofendan. Yo no quiero hacer las cosas mal. Cuando entro al terreno es para hacerlo todo lo mejor posible.
Al retirarte, ¿no te interesaría dirigir?
-No. Yo comparo la etapa de ahora con la de antes y veo cosas que no pasaban. Hay muchachos que llegan nuevos y tras haber jugado un año y dar dos líneas, como decimos nosotros, se creen con todo tipo de derecho. Me gustaría trabajar con niños y enseñarlos.
Hablando de niños, ¿quisieras que tu hijo varón sea pelotero?
-Negativo. Este es un mundo complicado y no quiero que pase los trabajos que he pasado yo. Preferiría que estudiara. ¿Te imaginas que un compañero que he tenido durante diez años mañana sea el director del equipo y me deje a mi niño fuera? Yo no quiero pasar por esas decepciones.
¿Por qué has tenido tan poca suerte con el team Cuba?
-No sabría explicarte eso porque no ha dependido de mí. Es que a veces los managers quieren llevar a sus peloteros, y eso no debería ser. Se trata de llamar a quien mejor lo haga. Cuando se paró la Serie para el Premier 12 yo estaba bateando .362 y tenía siete jonrones. Estaba entre los tres primeros en cuadrangulares, en impulsadas y en average. Sin embargo, no hice el equipo.
Imagino que esas cosas te hayan golpeado fuerte…
-Claro. Me hubiera gustado jugar más por el país. Cada vez que yo tenga los numeritos para integrar un equipo Cuba, me gustaría hacerlo. Eso te frustra. Fíjate, en la Serie 50 bateé todo lo que quise en la temporada regular y en los playoffs. Pero llevaron a una sola primera base, Abreu, para jugar dos torneos seguidos: la Copa del Mundo en Panamá y los Panamericanos en México. Y ese fue el mejor año de mi vida, donde rompí el récord de carreras empujadas para la provincia, que lo tenía Daniel Lazo con 89 y yo lo subí a 91. Entonces me pregunté qué tenía que hacer para ir a una preselección, y no encontré respuesta.

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