Dice la BBC
que si se pudiera fabricar el contrincante más difícil para Hillary Clinton,
saldría de la máquina un Marco Rubio. El Washington Post y el New
York Times no dudan que él tenga, efectivamente, posibilidades de ganar la
nominación de su Partido. Quizás envalentonado por tan favorables augurios, el
candidato republicano se ha largado con su propuesta para hacer avanzar -hacia atrás- la política
de EEUU para Cuba. Hasta el título de su plataforma es de folletín: “Cómo Marco
(sic) restaurará la claridad moral de nuestra política hacia Cuba”.
Es
evidente que Marco Rubio odia al archipiélago cubano en su conjunto y a los
individuos que lo componen uno a uno. Es el odio del que aplasta con esmero a
una criatura indefensa que se le atraviesa en su camino. Un odio que se traduce
en una andanada de malevolencia y crueldad. Así que ayer, dando vueltas como un
gato enjaulado tras la avasalladora votación en ONU contra el bloqueo, decidió
disparar ácido contra el Presidente Obama -al que cataloga de “irresponsable”-
y contra el objeto de su obsesión, la Isla a 90 millas de la Florida. Hasta la
imagen que acompaña la propuesta en su página de candidato republicano, lleva
la estética más odiosa y simplona de la Guerra Fría: un mapa de Cuba en rojo
sangre con un bajante que dice “fight communism”, que debe haber sacado de la
famosa revista Reader’s Digest, de la cual copiaba Ronald Reagan sus discursos
en el delirio de la Iniciativa de Defensa Estratégica. Es el totalitarismo en
el sueño del régimen totalitario de Marco, para llamarlo como graciosamente se
nos presenta en el título del segmento anticubano de su plataforma electoral.
Su
promesa es la siguiente: si sale Presidente, volverá a meter a Cuba en la lista
de países terroristas; dará más dinero a los “disidentes” -de paso, rasgando
aún más la falsa vestidura independiente de la “oposición” local-; “invertirá
los intentos del Presidente Obama de normalizar las relaciones”; condicionará
cualquier flexibilización de las sanciones y las “modernizará”, otra manera
graciosa de pasarle la brocha gorda al bloqueo. Se trata, en definitiva, de los
mismos alegatos del pasado que han aislado a Estados Unidos de la comunidad
internacional, pero con la moralina de una tía solterona que ha decidido
calzarse botas militares.
No
deja de ser sorprendente que tal propuesta para “democratizar” a Cuba y
“restaurar la claridad moral” de los Estados Unidos, se sostenga en el proyecto
de retornar al día antes del 17 de diciembre de 2014, fecha, como se sabe, en
que Estados Unidos anunció su nueva política hacia la Isla, tras considerar que
las medidas unilaterales impuestas durante más de medio siglo fracasaron. La
opinión pública en ese país respalda la decisión del gobierno, como avalan las
más variopintas encuestas.
Marco
Rubio tendría que ser un mago excepcionalmente hábil para cubrir con un manto
de olvido lo que ha venido ocurriendo en los últimos diez meses y para lograr
que en la ONU ya no se hable del bloqueo, o que se hable en el mundo de ese
crimen sin nombrar al criminal. Y por supuesto, si es que la máquina de la BBC
logra no equivocarse soberanamente y si Marco, su odio y su dudosa claridad moral
terminan disputándole a Hillary la Casa Blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario