Ya es común ver a personas de todas las edades con los
llamados teléfonos inteligentes, sea por cuestión de moda o para estar a tono
con el desarrollo tecnológico. Atrás quedaron los Nokia, Motorola, incluso los
Blackberry, esos son conocidos como "jarros" o "públicas",
ahora es todo a golpe de sistema Android.
La era de los reproductores mp3 junto a la de los DVD
quedó relegada a un segundo plano o hasta un tercero si se tiene la dicha de
contar con una "cajita" en casa. Con los nuevos superteléfonos se
puede hacer de todo, hasta conectarse con el mundo a través del Wi-Fi.
Pero como dicen por ahí, el cubano cuando no llega se
pasa. Caminas por cualquier calle y tropiezas con más de un entretenido, que en
vez de mirar por donde va, anda con la cabeza enterrada en la pantalla de su
aparato.
Te obligan a escuchar el reguetón porque son grabadoras
ambulantes (como si no bastara con los bicitaxis); puedes tratar de entablar
una conversación, sin embargo, difícilmente lograrás atención, pues pasar de
nivel en el juego es más importante, y hasta para adquirir un artículo en una
tienda hay que esperar a que la encargada de brindarte el servicio pase un sms
con toda la paciencia del mundo y además, lo comente con la colega. Eso sin
mencionar el peligro de cruzar las calles con audífonos puestos y la música a
decibeles inimaginables.
No es cuestión de negar la tecnología, todo lo contrario,
debemos ser cautelosos y evitar ser manipulados por ella. Sin darnos cuenta
vamos como ovejas al matadero de la ignorancia, a veces creyendo que estamos a
la par con el resto del mundo y por eso andamos bien. Las grandes mayorías
también pueden estar equivocadas.
Es cierto que los teléfonos actuales cuentan con mil
facilidades y opciones a las que no estábamos acostumbrados, incluso lo hacen
todo más sencillo, se ajustan perfectamente a la ley del menor esfuerzo, pero,
¿es saludable llegar a ser dependientes de un aparatico? pues es sorprendente
escuchar expresiones como "si se me pierde el teléfono me muero".
Antes no existían y nadie murió por eso. Hasta la vida era menos mecánica.
El punto es no dejarse idiotizar; pasarse el día entero
con la cabeza jorobada puede ser adictivo y nada bueno para la cervical, menos
para el cerebro. ¿Qué será de las relaciones humanas si renunciamos a hablar
entre nosotros? ¿Es más entretenido un móvil porque los libros no tienen
figuritas?
Soy de las personas que apuestan por los avances
científicos y tecnológicos, por un futuro mejor para los que vienen detrás,
pero hay que darle a un equipo electrónico solo la importancia que lleva, el
lugar que le corresponde. Permitirles regir nuestras vidas nos hace perder la
noción de lo que somos, de lo que nos enseñaron desde pequeños.
También así se empiezan a perder valores; no solo el
irrespeto y la indisciplina marchitan la identidad y la esencia de una
sociedad.
Leamos más y conversemos (de forma oral) con más
frecuencia; dejemos los emoticones y las caritas felices para las ocasiones que
así lo requieran. El sonido de la risa le hace mejor al corazón, dicen los
especialistas. Usemos el celular, explotemos sus posibilidades al máximo,
disfrutemos con él, pero con medida. Todo en exceso es malo.
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