Su
Excelencia, Señor Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros; Altos representantes de las autoridades del Estado de la República
de Cuba; Sus Eminencias reverendísimas; Sus Excelencias; Queridos obispos,
padres; Hermanos y hermanas:
Estoy
muy complacido por tener la oportunidad de celebrar esta Divina Liturgia aquí
en este templo sagrado.
Esta
visita mía a Cuba coincidió con otro acontecimiento muy importante en la
historia del cristianismo universal: he tenido la oportunidad de reunirme en un
clima abierto, fraternal y pleno de amor con el Obispo de Roma, el Papa
Francisco.
A
pesar de todas las existentes diferencias teológicas entre los ortodoxos en el
Este y los católicos en Occidente, entendemos con claridad nuestra
responsabilidad común por lo que ocurre a la gente y la responsabilidad porque
en nuestro planeta reine la paz, que los seres humanos, pese a todas sus
diferencias políticas y económicas, aprendan a vivir en paz; que ningún
objetivo de política exterior provoque que alguien emplee la fuerza para
triunfar sobre los demás.
Por
supuesto, todo esto es un mundo y una imagen ideal; pero si no hay ideales
tampoco hay objetivos. Por eso hemos hecho un llamamiento conjunto al mundo
cristiano y a todo el mundo para marchar juntos hacia ese objetivo. Y creemos y
esperamos que el mundo nos oiga.
Pido
a todos ustedes que recen, que con los esfuerzos conjuntos de todos los
cristianos del mundo, católicos y ortodoxos, la vida cambie para mejor, y no
solamente en lo material que, por supuesto, es importante para los países
pobres, sino para que mejore la vida espiritual del hombre contemporáneo; para
que ninguna crisis por las que atraviesan hoy las personas, la sociedad y el
Estado, puedan cambiar, transformar ni reconfigurar la naturaleza moral del
hombre.
Estoy
muy complacido porque los representantes de Su Santidad hayan rezado hoy junto
a nosotros en esta comunidad de creyentes ortodoxos en Cuba.
Y
para mí es una gran alegría, Su Excelencia Raúl Castro, que usted haya estado
junto a nosotros en este templo.
Creo
que durante esta Liturgia todos hemos tenido la oportunidad de pensar en muchas
cosas. La estancia en un templo posibilita al hombre ver desde cierta distancia
el mundo que nos rodea, salir un poco de este alarmante contexto, muy dinámico,
de la vida cotidiana en que cada uno de nosotros se ve envuelto. Cuando miramos
todo esto a distancia vemos muchas cosas, e incluso nos vemos y entendemos
mejor a nosotros mismos.
De
todo corazón les deseo la ayuda de Dios al pueblo cubano, le deseo prosperidad
y paz y su incrementación espiritual y material.
Cuba
es un país heroico. Pero lo que ha sucedido aquí en el aeropuerto José Martí,
cuando por primera vez en la historia se han reunido el Papa de Roma y el
Patriarca de Moscú, confiere una particularidad extraordinaria para la Isla de
la Libertad. ¡Que Dios los ayude a ustedes y a todo el pueblo cubano!
Como
recuerdo del oficio divino de hoy, quiero obsequiar esta imagen sagrada de
Nuestra Señora al rector de este templo y también unas vestiduras sagradas. Le
deseo, Padre Dmitri, la ayuda de Dios en su misión.
Y a
cada uno de ustedes que han estado con nosotros, quisiera obsequiar estos
pequeños íconos con la imagen de El Salvador y la bendición del Patriarca.
Guarden estos íconos en sus casas, y cuando recen sobre sus cosas y problemas,
no se olviden de su Patriarca, que necesita mucho las oraciones de ustedes.
Los
felicito a todos con motivo de la fiesta
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