Las
administraciones norteamericanas nunca han sacado la lección de cómo evaluar
correctamente la situación política de Cuba. Siempre usaron a los detritus para
crear una supuesta oposición que la mayoría del pueblo cubano rechazó e
identificó con la servidumbre por el ideario de “vivir de esto, chico”, como se
vio decir eufórico a uno de sus más consagrados asalariados ante las cámaras de
televisión. Y detrás de todo eso, la SINA, la sección de intereses de los
Estados Unidos, como el estado mayor de la contrarrevolución.
Los
mercenarios, encumbrados por la fábrica de la disidencia, son una parte de la
historia real de nuestra vida revolucionaria, con sus montadas protestas, sus
detenciones sobredimensionadas, porque es el camino rápido para conseguir una
visa norteamericana y una situación privilegiada después en Florida.
Los
propugnadores de la política subversiva han partido del criterio de que cada
estadounidense que visite la Isla será de hecho un agente natural del gobierno
de su país en sus planes desestabilizadores.
Desde
finales de 1995 se utilizó el intenso trasiego de visitas a nuestro país
(políticos, empresarios, dirigentes sindicales, personalidades religiosas…) con
el encargo de contactar a los dirigentes de Concilio Cubano y esa misma presión
se ejerció sobre visitantes de la Unión Europea si querían mostrar
“imparcialidad” ante el caso cubano. Hay cartas y denuncias de personalidades
sobre las presiones ejercidas sobre ellos para que obligatoriamente se
reunieran con los “disidentes”, mientras los funcionarios de la SINA“controlaban”
el cumplimiento de esa directiva.
Ese
interés de acelerar la desestabilización interna cubana, se aprecia en las
declaraciones del propio Richard Nuccio, asesor de asuntos cubanos de la Casa
Blanca, cuando en entrevista publicada en el Nuevo Herald el 4 de febrero de
1996, criticó el silencio de los gobernantes de América Latina por no apoyar a
estos grupúsculos, mientras enfatizó que si el exilio cubano ayuda masivamente
a entidades como Concilio Cubano, podría traer enormes beneficios para Cuba y
darle a la comunidad cubana en el exterior un papel positivo en la solución de
la crisis.
Estas
actitudes dubitativas fueron como una patente de corso para los provocadores.
Preguntado durante una entrevista de prensa sobre la táctica que pretendía para
llevar la desobediencia civil a Cuba, José Basulto señaló: “Nosotros solos
somos un factor, los principales protagonistas de esto son fuerzas como
Concilio Cubano; necesitan ser reforzadas y apoyadas desde el exterior.”
Impunidad
y prepotencia
El 9
de enero de 1996, tres avionetas de Hermanos al Rescate (HAR) violaron de
nuevo el espacio aéreo cubano al norte de las playas de Guanabo y Santa María
del Mar, y lanzaron octavillas en diferentes puntos del litoral habanero. Días
después, el 13 de enero, repitieron la provocación y tiraron propaganda subversiva
en distintos puntos del litoral de la capital, para incitar a la realización de
acciones contra el gobierno cubano.
Basulto reconoció
entonces con jactancia ante las cadenas televisivas de Miami su responsabilidad
con las 500 mil octavillas dejadas caer sobre la ciudad de La Habana y subrayó
que no le interesaban los llamados de atención del Gobierno cubano. Al
referirse al hecho planteó lo siguiente: “Ellos dicen que yo estuve volando
sobre el territorio cubano, algo que todo el mundo sabe y que no he negado
nunca”. De esta forma prepotente quedó testificada una vez más la agresión.
La
grabación de un programa del canal 23 de Miami testimonió el vuelo del avión
2506 por el Malecón habanero. El periodista que voló junto a Basulto cuenta que
los cuatro aviones viajaron “en perfecta formación” para hacerse más visibles y
que fueron interceptados por un MIG que los acompañó durante cinco minutos
hasta que los HAR se retiraron de la zona sin daños.
Después,
este cabecilla de la mafia acudió a la mal llamada Radio Martí, que es parte
del sistema de comunicación gubernamental estadounidense, y allí alardeó
nuevamente sobre como violó otra vez el espacio aéreo cubano, mientras el
comentarista ridiculizó a los cubanos porque a pesar de que despegaron un MIG,
no pudieron responderles. Basulto anunció, igualmente, una donación financiera
para Concilio Cubano sin revelar la cantidad.
La
provocación de estas avionetas originó una indignación generalizada dentro de
la opinión pública cubana, preocupada con la posibilidad de una peligrosa
escalada de estos grupos contrarrevolucionarios, que se consideraban impunes.
El 15 de enero las autoridades cubanas publicaron en la prensa que no
tolerarían más violaciones al espacio aéreo y un día después enviaron una nota
diplomática a Estados Unidos en la que avisaban que aviones salidos de su
territorio habían entrado una vez más de forma ilegal a Cuba. La nota fue la
número 45 de esa serie de denuncias
El
texto del Gobierno Revolucionario publicado ese día 15 en el periódico
Trabajadores, decía lo siguiente:
Información
a la población
El
martes 9 y el sábado 13 de enero en horas del día, avionetas procedentes de
territorio de los Estados Unidos que violaron nuestro espacio aéreo, lanzaron
octavillas de carácter subversivo en algunos lugares de las provincias
habaneras.
El
jefe de la facción que se atribuyó los hechos narró al canal 23 de la
televisión de Miami, desde el aeropuerto de Opalocka, en el estado de la
Florida, los pasos dados en la incursión del segundo día e incluso afirmó
“nosotros vamos a continuar nuestra campaña” en la Isla.
Los
elementos que participaron en estas acciones forman parte de los grupos de
origen cubano asentados en territorio estadounidense, que rechazan cualquier
tipo de relación pacífica con Cuba, así como sólo admiten el chantaje y la
violencia para tratar con esta, postura que se ha vista exacerbada en la misma
medida en que aumenta el grado de su aislamiento y en que Cuba inicia su recuperación
económica y obtiene nuevos avances en sus relaciones internacionales.
En
cuanto a los últimos acontecimientos es oportuno reiterar que la Revolución
nunca ha perdido la paciencia, como lo volvió a demostrar la postura asumida
por nuestro Gobierno ante las irresponsables y peligrosas acciones llevadas a
cabo el verano del año pasado en las aguas jurisdiccionales y el espacio aéreo
de la nación por bandas contrarrevolucionarias que radican en territorio de los
Estados Unidos, muy especialmente en el estado de la Florida.
Sin
embargo, esta reiterada paciencia de Cuba no debe ser confundida con una
disposición a admitir o reaccionar débilmente ante hechos que una vez más
califica de inaceptables y propensos a crear situaciones no deseables ni para
Cuba ni para los Estados Unidos.
Es
conocida la preocupación e incluso la desaprobación que han provocado en altas
esferas del gobierno de ese país acciones aventureras similares ocurridas en
los últimos tiempos.
A
los transgresores podemos decirles que Cuba tiene los medios necesarios para
garantizar la integridad de su territorio nacional, así como para interrumpir
vuelos no autorizados en su espacio aéreo, por lo que los violadores deben
estar igualmente dispuestos para enfrentar las consecuencias.
El
Gobierno Revolucionario impartió en ese momento órdenes precisas a las Fuerzas
Armadas Revolucionarias con la autorización para poner término a esas
violaciones e interrumpir esos vuelos.
Bill
Richardson no ha dicho toda la verdad
Durante
las tres últimas semanas de enero y las dos primeras de febrero de 1996, no
solo hubo un uso mayor del canal diplomático, sino que también se utilizaron
las visitas a la Isla de muchas personalidades norteamericanas para expresarles
la preocupación sobre estos hechos y la necesidad de demandar de la
Administración Clinton un mínimo de sentido común para frenarlas.
Nuccio
reconoció después en un reportaje de la televisión estadounidense que,
efectivamente, altos funcionarios cubanos reiteraban el problema de Hermanos al
Rescate en casi todas las reuniones con personalidades norteamericanas, y
admitió que las advertencias cubanas, extraordinariamente precisas, meses antes
del derribo, no despertaron suficiente interés en niveles altos de Washington para
tratar las señales fuera de la rutina.
Dentro
de esas visitas estuvo de manera destacada la del congresista Bill Richardson,
quien sobresalía en los medios de aquella época por sus misiones diplomáticas
no convencionales en varios países en conflicto con Estados Unidos, donde casi
siempre regresaba con algunos presos liberados.
Durante
estos 20 años transcurridos he leído varias versiones sobre aquella visita.
Richardson llegó al aeropuerto internacional José Martí de La Habana en la
noche del 17 de enero de 1996 a bordo de un avión de la fuerza aérea
estadounidense. Venía acompañado por Calvin Humphrey, consejero principal del
Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Como
diputado y vicepresidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la
Asamblea Nacional fui a recibirlo en el salón de protocolo del Consejo de
Estado. Allí estaba también Joseph Sullivan, entonces jefe de la SINA, quien
anunció que había ido a buscar al congresista para llevarlo a una cena en su
residencia con varios miembros de la oposición (los llamados disidentes de
Concilio Cubano). Le respondí que la invitación era de las autoridades cubanas
y que esa misma noche Richarson tendría un encuentro con Ricardo Alarcón,
presidente del Parlamento cubano.
En
cuanto el avión finalizó su recorrido en la losa del aeropuerto, fui hasta la
escalerilla, saludé a Richardson y le expliqué el intercambio sostenido con
Sullivan. Me dijo que se encargaba y, después de saludar al diplomático
estadounidense, le anunció “Joe, nos vemos después, pero ahora debo ir a ver a
Alarcón”.
En
cuanto partimos en el auto de protocolo hacia la residencia, comentó que sabía
venía en un momento molesto, porque un juez había soltado a los terroristas
detenidos en diciembre en Los Ángeles con posesión de grandes cantidades de
armas para lanzar un ataque a Cuba. Le respondí: “Congresista, nadie en Cuba le
va a hablar de ese tema; todo el mundo le va a tratar el asunto de las
avionetas y sus provocaciones”. Me inquirió ¿cómo es eso? Y durante el trayecto
fui contándole los principales hechos.
Poco
después en la residencia, Alarcón le dijo “Bill, estamos muy preocupados con
los incidentes de las avionetas…” La mayor parte de la conversación giró en
torno a este asunto y la propuesta que estaban cocinando ciertos sectores del
Congreso con el proyecto de Ley Helms-Burton. Ya era casi la medianoche y en
eso sonó el teléfono de la casa. Era el Comandante en Jefe que le pedía a
Alarcón se trasladara hacia el Consejo de Estado para sostener el encuentro con
el congresista Joseph Moakley, quien había venido a La Habana para participar
en la Conferencia sobre las Relaciones Estados Unidos-Cuba, que tuvo lugar del
16 al 19 de enero de 1996.
Dos
días después, acudimos a despedir a Richardson en el aeropuerto el entonces
jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, Fernando Remírez de
Estenoz, y yo. El congresista se había pasado la mayor parte del encuentro con
el compañero Fidel, pidiéndole que le entregara “unos precesitos” y, en ese
momento le entregó a Remírez la lista con los detenidos que pedía poner en
libertad para que regresaran con él a Estados Unidos. El entonces jefe de la
Sección de Intereses de Cuba en Washington le hizo entrega a su vez de una caja
de tabacos Cohiba que el congresista había pedido al Comandante para regalarle
al presidente Bill Clinton, mientras en la escalerilla del avión militar le
decía “Richardson recuerda que lo más importante es lo de las avionetas, es muy
importante”.
Richardson
regresó días después para dar respuesta al compañero Fidel y retornar a Estados
Unidos con sus “precesitos”.
Pero
es el propio Comandante en Jefe, quien narra pasajes de aquella reunión en unas
Reflexiones que escribió el 17 de agosto de 2007:
Debo
contarles que, muy próximo al episodio, había llegado de visita a Cuba el
legislador Bill Richardson, el 19 de enero de 1996. Traía, como era habitual,
solicitudes de que fuesen puestos en libertad varios presos
contrarrevolucionarios. Al plantearle que estábamos ya cansados de tales
solicitudes, le hablé de lo que sucedía con los vuelos de Hermanos al Rescate.
También le hablé de las promesas no cumplidas sobre el bloqueo. Richardson
regresó a los pocos días, el 10 de febrero, y con entonación sincera me
expresó, según recuerdo con mayor o menor precisión, lo siguiente: “Eso no
volverá a repetirse, el Presidente ha dado ya la orden de que fueran
suspendidos”.
Yo
creía entonces que las órdenes de un Presidente de Estados Unidos se cumplían.
Las avionetas fueron derribadas el 24 de febrero, unos días después de la
respuesta. La revista The New Yorker habla y ofrece detalles sobre esa reunión
con Richardson.
Parece
cierto que Clinton dio la orden de que tales vuelos fuesen suspendidos, pero
nadie le hizo caso…
Otra
visita muy importante fue una delegación de ex jefes militares y ex
diplomáticos. El almirante norteamericano retirado Eugene Carroll, del Centro
de Información para la Defensa, comentó al programa de televisión CBS This
Morning dos días después del derribo de las avionetas, que visitó Cuba en la
primera semana de febrero como parte de esa misión La delegación había planeado
una mesa redonda acerca de las relaciones en la era post-guerra fría, pero para
sorpresa de ellos el tópico principal abordado por la parte cubana fueron los
sobrevuelos de Hermanos al Rescate. El almirante indicó que los funcionarios
cubanos se quejaron en repetidas ocasiones de las incursiones aéreas. El
cosmonauta y general de brigada Arnaldo Tamayo Méndez les preguntó en una de la
sesiones ¿cuál será la reacción si nosotros derribáramos uno de esos aviones?
Carrol dijo que la advertencia la tomaron como un desafío, como una indicación
de que las autoridades militares cubanas consideraban la posibilidad de llevar
a cabo esa acción, y que al regreso el 10 de febrero de 1996 informó a los
contactos apropiados en el Pentágono.
La
cuerda se sigue tensando
Richard
Nuccio reconoció años después que aun cuando se percibía un aumento de la
tensión hubo muchas presiones y se le prohibieron conversaciones directas, como
asesor para el Presidente de Estados Unidos de los Asuntos Cubanos, con el
diplomático cubano de más alto nivel en Estados Unidos, Fernando Remírez de
Estenoz, jefe de la Sección de Intereses, porque esos contactos no serían del
agrado de los exiliados de Miami.
Se
sabe que desde una semana antes, el 17 de febrero, altos funcionarios de ese
país conocían que se planificaba una provocación para el día 24. Según los
testimonios del entonces mayor Jeffrey Houlihan, del centro de vigilancia de
radares del Servicio de Aduanas de Estados Unidos, fue convocado a una reunión
el 17 donde le advirtieron desde Washington que el 24 de febrero, José Basulto
y la organización Hermanos al Rescate volarían hacia Cuba con la finalidad de
crear un hecho político y debía hacer un monitoreo al detalle. Esa orden se la
repitieron el 23, y el 24 de febrero a las 7 y 45 de la mañana le reiteraron
que produciría ese vuelo.
El
13 de febrero de 1996, 11 días antes, el Departamento de Estado dirigió una
comunicación a otras instancias del gobierno norteamericano advirtiéndoles
sobre la probabilidad de que ocurriese algún problema con este grupo que
involucrase a Cuba. A pesar de todo esto, el dejar hacer consciente e
interesado de esas autoridades norteamericanas trajo consigo que el 20 de febrero
de 1996, en un nuevo acto de desafío, otras tres avionetas violaran una vez más
el espacio aéreo cubano al norte de Bacunayagua, la Bahía de Matanzas y esa
propia ciudad.
También
Richard Nuccio insistió el 23 ante el Departamento de Estado sobre la peligrosidad
de lo que estaba ocurriendo y dijo ese día al corresponsal de The Miami Herald
en Washignton, Chris Marquis, que la organización Hermanos al Rescate había
sido llevada a una confrontación con las autoridades cubanas.
La
alevosía es mayor si se tiene en cuenta que unos días antes del 24 de febrero
el gobierno de Estados Unidos entregó una nota oficial donde le reiteraba a
Cuba la existencia de las acusaciones contra Hermanos al Rescate y se agradecía
a las autoridades cubanas la cooperación que le estaba brindando.
Por
esos días, las autoridades de la aviación cubana emitieron varios Notams,
avisos muy operacionales que se difunden en forma de mensajes codificados por
una red de telecomunicaciones para uso exclusivo de la aviación, donde
señalaban con antelación que había una área denominada Mud-9, que abarcaba a La
Habana, y que era una zona restringida, activada, pues se realizarían
ejercicios militares allí los días 24, 25, 26, y 27 de febrero. Todos los
sistemas aéreos recibieron esa información oportunamente, incluido el
aeropuerto de Opalocka, de donde HAR despegaron el 24.
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