Ante
el arribo creciente de personalidades norteamericanas al territorio cubano,
cabría preguntarse qué esperan hallar esas personas en la Isla, cuando el avión
rueda por la pista del aeropuerto internacional José Martí de La Habana, dado
el fetichismo mediático internacional, que en Estados Unidos está maximizado,
hasta para los asuntos más importantes de su propia ciudadanía.
Ese fetichismo mediático, es cómplice insustituible de la capacidad del sistema
capitalista “para reducir las personas a cosas, a objetos pasivos e
inconscientes, y no a sujetos activos y conscientes, mientras que, a la
inversa, humaniza a las cosas, a las mercancías y a los objetos”. (Sic)
Desde
el anuncio del 17 de diciembre de 2014, han corrido ríos de despachos
noticiosos, por la victoria del regreso de los cubanos infiltrados en grupos
terroristas asentados en Miami, y el anuncio simultáneo de los presidentes
Barack Obama y Raúl Castro para iniciar el proceso de restablecimiento de las
relaciones diplomáticas.
Por
ahora, “Cuba está de moda”, cuando hace mucho debió ser la norma que nadie se
sintiera limitado a visitar la Isla, comerciar o intercambiar con los cubanos.
En ese punto se evidencia lo antes dicho; hay ejemplos irrebatibles.
Mientras
el gobierno cubano es seguido por su pueblo en la apuesta de establecer con
Estados Unidos, una “convivencia civilizada sobre bases de respeto a las
diferencias”, según las palabras del presidente Raúl Castro, la contraparte,
empezando por Obama, no oculta que desean cambiar el sistema, un cínico “cambio
de táctica, pero no de estrategia”, que va a ser el escollo más difícil y
lamentable en un futuro.
En
el cambio deseado por Washington, y esperamos que nunca sea cumplido, los
medios actúan disciplinados y en un concierto que no debiera escapar a la
comprensión, como que una estrategia, tal cual saben hacer los norteamericanos
tiene diversos componentes, y lo simbólico, referido en ese “fetichismo
mediático” es infaltable.
Solo
algunos analistas cubanos se referían al escenario preparado para el momento de
la apertura de la embajada de Estados Unidos en agosto del 2015, a la que
asistió el secretario de estado John Kerry: aquellos impecables autos Chevrolet
de los años sesenta, alineados en el malecón habanero, fueron un singular
anuncio simbólico, para la ruta mediática hacia la cosificación y banalización,
con el mensaje oculto de la “Cuba atrasada”, “detenida en el tiempo”, acaso un
paraíso por recobrar. Quizás algo de eso traen en mente muchos de los que
arriban al aeropuerto de La Habana.
Gobernadores
en La Habana
Detenerse
en la presencia de estos representantes políticos en la Isla llama la atención
por varias aristas. Llegaron antecedidos de una carta de 9 de ellos, que al
mismo tiempo que argumentan la necesidad de poner fin al “embargo”, reiteran la
idea de cambiar el sistema político cubano por otras vías.
Lo
visto y dicho en la Isla por los gobernadores de Nueva York, Texas, Arkansas y
Virginia, al respecto del levantamiento del bloqueo y la conveniencia para
ambos países, ha estado traspasado por el tamiz mediático, y ellos,
proponiéndoselo o no, han contribuido con el mensaje de que “Estados
Unidos ha hecho más por la normalización que Cuba” y que “Cuba no cambia”, como
dicen los que han convertido la noticia en negocio.
Sucede,
que ni por asomo, el complejo mediático transnacional, se da por enterado de que
ni fue Cuba quien rompió relaciones con Estados Unidos, ni la Isla ha agredido
al vecino. De todas formas, aunque estos señores puedan o no sucumbir al
fetichismo mediático de Estados Unidos y su política injerencista, como
políticos algunos saben más de lo que dicen y otros, no.
Por
ejemplo, el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, incluyó en su
delegación a representantes de la industria médica y biotecnológica; otro
tanto, hizo el gobernador de Arkanzas, el republicano Asa Hutchinson, que
además de empresarios agrícolas también fue acompañado, por los de la industria
farmacéutica. Este es un campo donde saben que cualquier vínculo sería
mutuamente ventajoso.
Por
otra parte, y esto no lo habrá leído usted en ningún medio transnacional o de
Estados Unidos, que uno de esos políticos, gobernador de Texas, el republicano
Greg Abbott, parece que se enteró del alcance de la Ley Helms-Burton en la Zona
Especial de Desarrollo del Mariel, cuando le hacía propuestas de traer barcos
de arroz, a los funcionarios cubanos.
En
cambio, el gobernador de Virginia, el demócrata Terry McAuliffe, se pronunció
enérgicamente contra el bloqueo de su país a la Isla, durante una visita al
Puerto del Mariel, donde se firmó un memorando de entendimiento entre la Administración
Portuaria Nacional de Cuba y su homóloga de Virginia.
“Siempre
he pensado que el embargo es una política tonta”, dijo en Conferencia de Prensa
el Gobernador, donde se mostró complacido por el acuerdo en el que ambos países
reconocen el interés mutuo de establecer una alianza para la cooperación.
McAuliffe,
tuvo mejor cobertura mediática en Estados Unidos, y el hecho de que solo
llegara un memorando de entendimiento, volvió a poner el dedo en la llaga, de
lo que ellos llaman embargo, y los cubanos, bloqueo.
No
obstante, las manipulaciones continúan, la estrategia de Washington no es
inocente, y ellos mantienen todo el aparato de agresión a la Isla, indicado por
los fondos destinados en presupuesto para la subversión, entre otras acciones;
algo se evidencia en los gobernadores: han sido llamativamente muy inocuos.
Por
lo pronto, no sabemos bien qué esperan hallar en la Isla o si han sucumbido al
fetichismo mediático, pero que se apuren, incluido Obama, que Cuba ha sido muy
enfática en que no dará prioridad a los norteamericanos por sobre otros socios
históricos, y hasta hace un mes, más de 400 compañías mostraron interés en
invertir en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
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